Encuentra tu visión personal

Deja de vivir en automático: Encuentra tu visión personal

Crecí en Cancún, México. Probablemente has escuchado hablar de sus playas, unas de las más bonitas de todo el país. Cuando estaba por cumplir 15 años, mi familia y yo viajamos a Guadalajara para las vacaciones de verano. Aunque nunca había estado allí, me negaba a ir por razones perfectamente válidas para un adolescente: no quería perderme las reuniones con mis amigos.

Durante las semanas que pasamos en Guadalajara, asistí a un grupo de estudio bíblico para jóvenes ya que mis tíos y primos iban a la iglesia. No sé si fueron las palomitas, la limonada que preparaba la pareja que guiaba el estudio, o la sensación de estar en familia, pero algo cambió en mí. Esa misma vacaciones tomé una decisión drástica: no regresar a Cancún. Quise quedarme a vivir en Guadalajara.

La decisión fue atrevida: me quedé a vivir unos meses con unos tíos, dejando atrás todo en Cancún (no volví hasta varios años después). Mi mamá, increíblemente, apoyó mi decisión y cambió su trabajo para acompañarme.

Durante esos meses, empecé a estudiar la Biblia más a fondo e incluso ingresé a un seminario bíblico. Sentí un llamado fuerte, uno que, de hecho, nunca me ha dejado. Durante esos años, estuve muy involucrado en una iglesia local y estaba convencido de que un día sería pastor. Sin embargo, cuando llegó el momento de decidir qué estudiar, y empujado por las expectativas sociales y mi deseo de asegurarme un futuro económico, terminé estudiando derecho. 

Con el tiempo, por diversas circunstancias, el plan de ser pastor se fue alejando, y con ello, ese llamado se fue apagando, o al menos escondiendo. Sin ser pastor, no lograba ver cómo podía dedicarme al ministerio y, al mismo tiempo, mantener a una familia. En México, por lo menos, ser pastor es prácticamente el único puesto remunerado dentro de la iglesia.

Así que, en relación a mi vocación y carrera, sin darme cuenta, comencé a vivir en “modo automático”, siguiendo una rutina sin cuestionarme realmente si lo que hacía me alineaba con mi propósito o mis deseos más profundos.

Vivir en modo automático

¿Te ha pasado que manejas en automático? Sigues una ruta por costumbre, sin estar realmente consciente ni en control. Es fácil perderte una vuelta importante en ese estado. A mí me sucede con frecuencia: voy hacia un destino diferente, pero, acostumbrado a la rutina, tomo el camino equivocado sin darme cuenta. No es hasta que mi esposa me dice: “Acuérdate que vamos a X lugar, no a Y” que rectifico. 

Esta falta de enfoque es peligrosa, tanto al volante como en la vida.

En su libro Hábitos atómicos, James Clear señala que un hábito no es más que una rutina que repetimos con regularidad, muchas veces de forma automática. Así como manejar siempre por la misma ruta me predispone a tomarla aunque mi destino sea otro, la falta de visión nos encamina a una vida automatizada, una en la que ya no tenemos el control consciente, simplemente nos dejamos llevar.

Vivir en “modo automático” es depender de lo que las circunstancias externas y otras personas deciden por ti. Dejas de ser responsable y proactivo, y te conviertes en una persona reactiva, respondiendo únicamente a lo que sucede a tu alrededor sin tomar control consciente de tu vida.

Vivir en automático parece cómodo. Exige poco: las mismas rutinas, los mismos hábitos, los mismos resultados. Puede no ser lo que esperábamos, pero resulta fácil… al menos hasta que se vuelve insostenible.

El peligro de no tener visión personal y vivir en automático

En LinkedIn, a menudo veo los posts de colegas y, sinceramente, siento una cierta envidia del entusiasmo con el que se expresan sobre sus carreras. He sido un buen abogado, pero nunca fue mi objetivo construir un gran despacho ni ser el mejor en mi campo. No se trata de ingratitud, simplemente no era esa la visión que tenía para mi vida. Sin embargo, vivir en automático me llevó por caminos que quizás no había anticipado. Es fácil vivir así cuando las cosas salen bien. No obstante, no es de extrañar que, cuando los problemas llegan, nos veamos forzados a volver a un estado de consciencia y reflexionar: “¿Qué estoy haciendo aquí? Este no es el lugar al que pensaba llegar”.

Andy Stanley lo expresa brillantemente en su libro Visioneering:

“Todo el mundo acaba en algún sitio en la vida. Pero sólo unas cuantas personas acaban en algún sitio a propósito. Esos son los que tienen visión.”

Cuando no tenemos una visión personal, cualquier cosa puede terminar dirigiendo nuestra vida: problemas, miedos, rutina, otras personas, circunstancias, etc. La Biblia lo resume perfectamente: “Donde no hay visión, el pueblo se extravía”. Sin visión, perder el rumbo es fácil. Cualquier cosa puede tomar el control, llevándonos como un barco a la deriva.

La búsqueda de la visión personal

Buscar una visión para nuestra vida puede sentirse abrumador, especialmente si hemos estado viviendo en automático. La verdad es que encontrar una visión que realmente guíe nuestra vida no suele suceder de golpe. A veces no lo “decidimos”, sino algo que vamos descubriendo con el tiempo, como una revelación interna que aguarda el momento adecuado para salir a la luz.

Recientemente, leí una frase que me pareció interesante: “La mayoría de los libros de gestión del tiempo tratan la declaración de misión como algo que defines por ti mismo, cuando en realidad definir tu misión no está en el ámbito de las cosas que decides. Tu misión se descubre, no se elige”.

Es como si nuestra visión personal estuviera dentro de nosotros, esperando ser activada cuando estemos listos para reconocerla. No fue hasta este año que algo hizo “clic” en mí. Me di cuenta de que puedo tener una visión que glorifique a Dios, y, a diferencia de lo que había pensado por años, no tiene que ser exclusiva de ser pastor. Decidí retomar el control de mi vida, o mejor dicho, entregársela nuevamente a Dios. Al hacer esto, comencé un proceso que me llevó a profundizar en temas como el propósito, la toma de decisiones, la administración del tiempo y la productividad. Mi vida necesitaba orden, dirección y responsabilidad.

Y de repente, todo comenzó a encajar: el llamado que sentí cuando era joven, mis habilidades, talentos y todo lo que mi carrera como abogado me había permitido desarrollar. Parecía como si siempre hubiera estado listo para este momento. Hoy tengo claro lo que quiero: compartir principios y herramientas prácticas con otros que se encuentren donde yo estuve, en un lugar de incertidumbre, sin control de su vida, viviendo en automático. Al hacerlo, también espero sembrar fe y esperanza en sus vidas.

A menudo, no somos nosotros quienes construimos nuestra visión; ella nos encuentra a nosotros.

El viaje hacia encontrar nuestra visión personal

Recuperar el control de nuestra vida y vivir bajo una visión personal clara es algo que toma tiempo. Si sientes que algo falta, que hay un vacío dentro de ti que no se llena con las cosas que ocupan tu tiempo, no te desesperes. A veces, el truco está en seguir buscando, sin rendirse. No se trata de encontrar todas las respuestas de una vez, sino de comprometerte con la idea de que, poco a poco, las piezas del rompecabezas empezarán a encajar.

En El Señor de los Anillos, Frodo Baggins es un hobbit que vive una vida totalmente normal y apacible en la Comarca, lejos de grandes aventuras o problemas. Su vida transcurre de forma tranquila hasta que, un día, se ve arrastrado por el destino a una misión que cambiaría su vida para siempre. Una herencia inesperada, el descubrimiento de un objeto mágico y la intervención de un mago lo empujan fuera de su zona de confort, convirtiendo su rutina en un viaje épico lleno de desafíos.

La búsqueda de una visión personal es, en muchos sentidos, como ese viaje de Frodo: largo, incierto y lleno de momentos en los que uno se cuestiona si está tomando el camino correcto. No te preocupes si no tienes todas las respuestas ahora. El proceso de búsqueda, esa persistencia en seguir buscando a pesar de las dudas, es lo que eventualmente te llevará a encontrar tu propósito. Cuando todo encaje, sabrás que cada paso, cada momento de incertidumbre, valió la pena. Porque, al final, ese esfuerzo te habrá acercado a una vida más plena y alineada con lo que realmente te importa.

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