Planificar bien es esencial para no dejar a medias las “construcciones” al rededor de nuestras vidas.
Cerca de mi casa hay una popular carnicería que también funciona como un pequeño supermercado. Siempre está llena de gente. Un día, justo a un lado, comenzó la construcción de un edificio. Mi esposa y yo, curiosos como somos de las construcciones, nos preguntábamos durante meses: ¿Qué irán a poner ahí? Conforme avanzaba la obra, finalmente apareció un letrero que revelaba que sería otra carnicería/supermercado.
Ahora imagina ser el dueño de la carnicería original y ver que justo al lado construirán una competencia en un edificio más grande. Sin embargo, en mitad de la construcción, la pandemia de COVID-19 detuvo la obra. Al principio pensamos que sería algo temporal, pero con el tiempo la construcción quedó completamente abandonada. Surgió entonces una nueva pregunta en nuestras mentes: ¿Qué pasó? ¿Se acabó el dinero? ¿La pandemia llevó al negocio a la quiebra? ¿Quizá no consiguieron los permisos necesarios?
Cada edificio abandonado tiene una historia: es un testimonio de un plan que falló. Puede haber sido por circunstancias internas, externas o ambas, pero el punto es que la obra nunca se concluyó. Y al reflexionar en esto, me di cuenta de que todos nosotros también tenemos “edificios abandonados” en nuestras vidas.
Proyectos sin terminar: Nuestros propios edificios abandonados
Cada proyecto que comenzamos —una carrera, un negocio, un matrimonio o incluso un sueño personal— representa un esfuerzo de construcción. Pero construir es difícil, y a veces no calculamos todo lo que implica. Planificar bien, es clave para evitar esto.
En el evangelio de Lucas, Jesús lo ilustra de forma clara:
Estas palabras, aunque hablan directamente del costo de seguir a Jesús, también se aplican a cualquier cosa que queremos iniciar en la vida. ¿Cuántas veces hemos iniciado proyectos sin considerar todo lo que involucran? Personalmente, he tenido varios “edificios abandonados”: una maestría inconclusa, proyectos laborales, un canal de YouTube, un podcast. No puedo evitar preguntarme: ¿Soy un buen constructor?
Seguramente tú también tienes proyectos inconclusos o sueños no realizados. ¿Cuál de tus proyectos aún podrías retomar? Pero estos no son necesariamente un fracaso; son una invitación a reflexionar sobre cómo planificamos y construimos.
1. Considerar el costo: Planificar bien
La planificación es clave para construir cualquier proyecto sólido. Proverbios 21:5 lo dice así:
Un buen plan no es aquel que prevé absolutamente todo, sino uno que surge al responder honestamente la pregunta que Jesús plantea: ¿He considerado todo lo que este edificio puede necesitar? ¿Estoy listo para esto?
Un ejemplo inspirador de esto es Harriet Tubman, quien dedicó su vida a liberar esclavos a través del “Ferrocarril Subterráneo”. Ella planificó meticulosamente sus misiones, utilizando rutas estratégicas y redes confiables, demostrando un compromiso absoluto incluso frente a peligros constantes. Ella no contaba con muchos recursos materiales, pero tenía un plan claro, compromiso firme y disposición para enfrentar sacrificios personales. Su éxito no dependió de prever cada obstáculo, sino de su decisión de no abandonar su “edificio”, la libertad de su pueblo.
En el caso de un matrimonio, planificar bien no necesariamente significa tener todo el dinero para casa, auto y muebles, sino reconocer que habrá desafíos —la llegada de hijos, cambios en la rutina o incluso actitudes inesperadas de la pareja— y prepararnos para enfrentarlos sin abandonar el edificio.
Planificar bien comienza con estar completamente seguro y comprometido con lo que queremos construir en nuestra vida. Es el primer paso para evitar “edificios abandonados”.
2. Trabajo duro: Perseverar en los obstáculos
Los planes, por sí solos, no garantizan el éxito. Cuando las cosas no salen como esperamos —una pandemia, una crisis económica, problemas de salud—, es ahí donde el trabajo duro se convierte en el pilar que sostiene la construcción.
Otro proverbio lo dice:
“Los perezosos ambicionan mucho y obtienen poco, pero los que trabajan con esmero prosperarán.” (Proverbios 13:4).
Los obstáculos son un buen termómetro de carácter. Por ejemplo, J.K. Rowling comenzó a escribir Harry Potter en 1990, enfrentando dificultades personales como la muerte de su madre, un divorcio y una grave crisis económica. A pesar de ello, persistía, escribiendo mientras cuidaba a su hija pequeña y enfrentando rechazos de 12 editoriales antes de finalmente publicar su libro. Su éxito no fue instantáneo, sino fruto de trabajo arduo y compromiso.
La constancia es muchas veces la diferencia entre completar un edificio o dejarlo a medias. En palabras de James Clear, lo importante muchas veces está en “presentarse todos los días”: presentarte a trabajar en tu matrimonio, tu familia, tu carrera, tu negocio o incluso tu salud. Lo que parece éxito inmediato es, en realidad, el resultado de una vida consistente que decidió no abandonar su edificio.
3. Reconocer que no todo depende de nosotros
Incluso con el mejor plan y el mayor esfuerzo, hay momentos en que las cosas simplemente no funcionan. Es crucial reconocer nuestras limitaciones y recordar que no todo está bajo nuestro control.
Proverbios 16:3 dice:
“Pon todo lo que hagas en manos del Señor, y tus planes tendrán éxito.”
En mi experiencia personal, hay edificios que están destinados a ser abandonados, incluso demolidos. Mi fe me recuerda que Dios tiene una perspectiva mejor que la mía para distinguir cuáles planes valen la pena. Cuando un plan falla, no es el final; es una oportunidad para replantear, ajustar y confiar en que Dios sigue trabajando.
Incluso si no compartes esta fe, reconocer que no todo depende de ti puede liberar la carga de perfeccionismo. A veces, el mayor acto de sabiduría es saber cuándo dejar ir un plan y redirigir tus esfuerzos hacia algo más viable.
Planificar bien y construir con propósito
Cada edificio abandonado cuenta una historia, pero también nos invita a reflexionar. ¿Cómo estamos construyendo nuestras vidas? La planificación, el trabajo duro y la humildad para reconocer nuestras limitaciones son fundamentales para completar lo que hemos comenzado.
No se trata de evitar riesgos, sino de afrontarlos con sabiduría. Como dijo una vez Theodore Roosevelt: “Es mucho mejor atreverse a cosas grandes, cosechar triunfos gloriosos aún marcados por el fracaso, que aliarse con esos pobres espíritus que ni mucho disfrutan ni mucho sufren porque habitan en la penumbra donde ni la victoria ni la derrota se conocen”
Entonces, ¿qué edificio estás construyendo hoy? Quizá es momento de retomar proyectos olvidados o iniciar nuevos con una mejor perspectiva. Lo importante no es evitar los errores, sino aprender de ellos y seguir adelante. No abandones tu edificio. Constrúyelo con intención, perseverancia y fe.